LITERATURA ECUATORIANA
DOLORES VEINTIMILLA DE GALINDO
Nació en Quito en 1830, en medio de una familia acomodada de
la capital, personas que la conocieron han contado sus atributos físicos. Sus
padres fueron el señor Don José Veintimilla y la señora Doña Jerónima Carrión,
ambos nacidos en Loja. A los dieciocho años de edad contrajo matrimonio con el
médico colombiano Sixto Antonio Galindo y Oroña, quien no supo comprenderla ni
apoyarla en sus anhelos culturales.
Esta mujer fue una luchadora a pesar de la adversidades,
pues nació el mismo año que nació el Ecuador como estado, y busco inmiscuirse en
proyectos culturales a pesar de que en ese entonces las mujeres no eran muy
tomadas en cuenta.
Su vida fue corta pero a pesar de ello creo muchos poemas
brillantes como “Fantasía” y “Recuerdos”. Son obras en las que dialoga con el
pasado y en las que culpa al tiempo por haber dado una temprana muerte a sus
ilusiones.
Sus obras
Sobresalen por su encanto sus poemas, tan dolorosos como su vida: Con
“Aspiración”, “Desencanto”, “Anhelo”, “Sufrimiento”, “La noche y mi dolor”,
“Quejas”, “A mis enemigos”, “A un Reloj” y “A mi madre”.
Ella sufrió mucho en su matrimonio ya que su marido siempre
la engañaba con otras mujeres y no la trataba como merecía, por lo que en su
traslado a vivir en Cuenca, con su esposo y su hijo. Al poco tiempo este al no
tener buenas respuestas en cuanto a su profesión como médico, decide abandonar
a su esposa y su hijo e irse a Panamá. Dolores por sus escritos y su vida
pública empieza a ser atacada por opositores a su ideología, los frailes
solanos quienes pusieron en su contra al pueblo, adema que pasaba por una
pésima situación económica y el abandono de su esposo, por lo que decidió
suicidarse a sus veintisiete años, y se dice que antes de hacerlo escribió
quejas, uno de sus mejores poemas, donde augura ya su muerte.
QUEJAS!
se abría apenas soñadora el alma ...
Perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.
Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho,
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos,
él, mi primero, mi ferviente amor.
Sin él, para mí, el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de Abril.
Vivía de su vida aprisionada;
era el centro de mi alma el amor suyo,
era mi aspiración, era mi orgullo ...
¿por qué tan presto me olvidaba el vil?
No es mío ya su amor, que a otra prefiere;
sus caricias son frías como el hielo.
Es mentira su fe, finge desvelo...
Mas no me engañará con su ficción. . .
¡Y amarle pude delirante, loca!
¡No! mí altivez no sufre su maltrato;
y si a olvidar no alcanzas al ingrato
¡te arrancaré del pecho, corazón!
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